lunes, 9 de julio de 2012

Sentados en el tesoro y buscándolo en otro sitio Por: Oscar Alfonso Pabón Monroy /Comunicador Social comunitario Unas dos décadas atrás cumpliendo labor de orden cultural cada semana yo visitaba el pequeño caserío de Cacayal, jurisdicción del municipio de Lejanías. Para entonces, conocer el origen de su nada común nombre no fue de mi importancia. Pero la respuesta a mi nunca formulada pregunta no hace mucho la dijo por radio el agrónomo Eudoro Álvarez C., cuando explicó que ese pueblo se llama Cacayal debido a la abundancia de una especie vegetal llamada Cacay, que ofrece bondades industriales y ambientales. Las dos anécdotas que contaré a continuación ocurrieron de manera casual en los últimos 15 días y dieron origen a la presente nota periodística. En las vísperas de San Juan y de paso con la familia Vargas Carrillo para el casco urbano de Lejanías, nos detuvimos un rato en Cacayal en donde conversé con el señor Jorge Castaño, hijo de uno de los fundadores de ese asentamiento humano y quizá el único habitante de la región que en los tiempos presentes sabe de la relativa importancia económica del árbol de Cacay, quien me contó que: “…. su fruto da un aceite comestible muy bueno, el más fino del mundo. Cerca del pueblo, en su finca por herencia paterna tiene un cultivo de 200 árboles que lo explota vendiendo semillas. Los árboles alcanzan hasta 40 metros de altura y producen a los 25 años, pero él sabe que con tecnología ahora se logra que produzcan a los 7 años. La cosecha es anual con un promedio de 20 a 25 arrobas por árbol, con precio de venta por kilo que oscila entre $1.000 y $1.500. Dice que en el barrio Ciudad Porfía de Villavicencio hay una planta procesadora de aceite de Cacay. Él es el único que hace dicho ejercicio comercial en su pueblo”. Hasta el momento, con la exportación de semillas de su plantación Jorge Castaño ha ayudado a propagar ampliamente la especie en los siguientes territorios: “Vichada 30.000 hectáreas, Puerto Concordia: 15.000 hectáreas, Puerto Gaitán, Puerto Rico: 25.000 hectáreas, aproximadamente, y hace pocos meses para un vivero de Villavicencio a través de un señor de apellido Castillo”. El domingo 8 de julio, sorpresa grande tuve cuando leí en el periódico El Espectador el artículo “La vaca vegetal busca mercado” (páginas 24/25), que informa sobre la experiencia de emprendimiento empresarial de los ingenieros industriales Camilo y Alberto Jaramillo, gemelos oriundos de Manizales y expertos en Mercadeo. Ellos comenzaron en el año 2006 con la fase investigativa de la especie vegetal Cacay y luego dieron inicio al procesamiento industrial de su almendra, para lo cual vienen comprando las cosechas de Meta, Guaviare, Caquetá y Putumayo. Su joven empresa se llama Kahai y tienen una plantación en Villavicencio. Poco hace que en Nueva York presentaron su portafolio de productos derivados de la semilla del Cacay producida por estos lares, en una macro rueda de negocios convocada por Proexport. El trabajo industrial y empresarial de los hermanos caldenses a partir de un “ignorado” producto vegetal nativo de la región nuestra, los convierte en pioneros en Colombia. En internet se consigue más información sobre la marca Kahai y el cultivo del Cacay. Ante estas novedades, entré en contacto con la Bióloga Luzmila Quiñones M., versada científica de la flora regional y hasta hace poco profesora de la Unillanos, quien me aportó los siguientes datos: El Cacay también es conocido con los nombres de Inchi o Tacay y su nombre científico es Caryodendron orinocense, especie descrita por primera vez por Karst. Alguna vez los estudiantes del programa de Agronomía de la Unillanos escogieron a dicho árbol como su símbolo, pero el empeño fue efímero. También me cuenta que en la sede Barcelona de esa institución hay algunos ejemplares plantados hace años. Con base en lo anterior, no comprendo por qué en el departamento del Meta sus profesionales, sus universidades, la empresa privada, las secretarías de Agricultura, Corpoica, el Sena y los demás entes comprometidos con la investigación y el emprendimiento agroindustrial de la juventud técnica y universitaria, no muestran resultados de innovación y de generación de economía a partir de la riqueza vegetal nativa de nuestro territorio, tal como lo hacen los caldenses dueños de la ya referida empresa Kahai. Conozco el programa Ondas Meta de Colciencias, que es visto con desdén por algunos investigadores y gobernantes, en el cual he observado asombrosos ejercicios de investigación e innovación, realizados por estudiantes de primaria y bachillerato urbanos y rurales. Algunos de dichos trabajos han merecido distinciones nacionales, que les dan el derecho de ir a sustentarlos en otros países. La verdad es que noticias de esa índole no las he sabido desde el campo universitario, a pesar que tenemos un buen número de centros de educación superior con años de vida académica. Para concluir y volviendo al caso de lo que está sucediendo agroindustrialmente con el Cacay, puedo decir que en el Meta perfectamente nos encajamos en el refrán popular que reza: “Vamos a morir como el pirata: sentados en el tesoro y buscándolo en otra parte”.

2 comentarios:

  1. Buenas Tardes Oscar
    Quisiera que me enviaras tus datos a hwsanchez@kahai.co y te puedo contar mas de esta historia de emprendimiento.

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  2. donde consigo semillas o arbolitos de Cacay, en Villavicencio. Vivo en Ciudad Porfia, pero nunca he oido de la planta extractora
    fincalaermita38@gmail.com

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