domingo, 4 de diciembre de 2011

Triste suerte la de Villavicencio

Triste suerte la de Villavicencio
Por: Oscar Alfonso Pabón Monroy/ Comunicador Social comunitario

Justo a un mes de culminar el año 2011 quiero referirme a los siguientes asuntos recientes, que por sus contrastes llaman mi atención como habitante de la capital del Meta.

Anocheciendo el anterior lunes 28 de noviembre, al transitar por un centro comercial villavicense me crucé con el ex alcalde Franklin Germán Chaparro, quien poco hace que un juzgado de Bogotá lo absolvió de los cargos que lo llevaron a estar privado de su libertad, de inmediato recordé la escena de la televisión nacional que lo mostró el día en que fue detenido en Bogotá.

Habían pasado veinticuatro horas de ello, cuando escuché en primicia radial que al alcalde Raúl Franco una juez acababa de cobijarlo con medida de aseguramiento de detención domiciliaria. Eso quería decir que de nuevo desde la alcaldía seríamos noticia nacional.

El periódico Llano 7 días en sus ediciones del martes y miércoles de esta semana titula que el teatro La Vorágine “se cae a pedazos”, y que la fuente de la plaza de Los Libertadores es “un monumento a la desidia estatal”, coincide en esa misma edición el publirreportaje que incluye algunas de las grandes obras del gobierno departamental en Villavicencio.

Como es de todos sabido, el parque Los Fundadores también está fuera de servicio y abandonado por obras iniciadas a comienzo del año por la administración Franco. Llama la atención que los tres lugares citados no pasan de una década de construidos con multimillonarios presupuestos y que fueron orgullo local en su momento. Sin que suene a apología, hay que recordar que son de la cosecha de la administración de Luis Carlos Torres R.

Guardo la esperanza que en pocos años la ahora mostrable obra de cielos abiertos pensada para la gente y no para los carros, proyecto del gobernador que termina mandato, no caiga en el abandono por culpa de los gobiernos y de la comunidad.

Pero mírese por donde se mire, mi ciudad, nuestra ciudad, vergonzosamente está deteriorada en su estructura material y caótica en su cotidianidad, pero lo más inaudito es que está cobijada con la asombrosa indiferencia de un alto porcentaje de quienes la habitamos.

Así que somos culpables de esa triste suerte, que al final de cuentas es la triste suerte de cada uno de nosotros que la usufructuamos en beneficio personal, sin brindarle gratitud y respeto ciudadano.

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