miércoles, 5 de septiembre de 2012

Un acto de fe en la paz de Colombia

Hagamos un acto de fe en Colombia
Por: Oscar Alfonso Pabón Monroy/Comunicador Social comunitario

“No nos pusimos de acuerdo porque encontramos la verdad…encontramos la verdad cuando nos pusimos de acuerdo” Gianni Vattino (*)

No hay duda, el anuncio sobre proceso de paz con la guerrilla de las Farc que el presidente Santos dio a Colombia y al mundo ayer martes, causó y causará -por algún tiempo- desvelos entre optimistas y pesimistas.

Al respecto, llamó mi atención el párrafo inicial de Héctor Abad en su columna “La bulla y la paz” del domingo anterior de El Espectador. El escritor/periodista dice:

“La palabra paz en español no suena bien; su sonido no se parece para nada a la cosa que designa: es como una onomatopeya de un disparo: pas-pas- pas. Ruidosa como un pum, como un trac.”

Entendible que estén aflorando niveles de escepticismo por lo sucedido en la administración de Andrés Pastrana A. y luego por el pulso bélico de ocho años entre las Farc y el gobierno de Álvaro Uribe V.

Con base en lo anterior, se vislumbra que la tarea de los negociadores designados por el gobierno no será para nada fácil, puesto que tiene como principal factor inspirador o conspirador al medio siglo que el conflicto armado lleva.

Dicho ambiente está anquilosado en la sociedad colombiana, tal como lo hace en la selva el parásito que a los secuestrados y a los guerrilleros les causa la temible leishmaniosis.

Tan dilatado periodo ha convertido a la guerra en un modo de vida para muchos de sus actores, de ahí que esas personas ya deben tener puestas sus trampas saboteadoras.

Con el respeto que la naturaleza me merece, digo que la fase o camino que ahora inicia el proceso de paz será por entre un tupido monte lleno de palmas de cubarro y mararay, matas de vara santa y pringamoza, pasto cortadera, así como una que otra culebra cuatro narices, pero con un esperanzador haz de luz en la distancia.

De ahí que los expedicionarios de la paz equipados debidamente para semejante jornada, como un mantra deberán repetir y hacernos repetir a los colombianos el verso de Antonio Machado que reza: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

De las varias historias no gratas que he escuchado y que tienen relación con el estado permanente del conflicto en la región orinoquense, quiero contar las dos siguientes.

En octubre del año 2008 participé en un evento literario en San José del Guaviare. Allí pude charlar con una señora de extracción campesina que en el silencio de su casa, entre la selva, disipaba amargas penas escribiendo sencillos textos. Ella fue madre de tres hijos varones los que en plena juventud tuvieron triste final.

Uno se enroló con el ejército nacional y en enfrentamiento con la guerrilla cayó muerto. Otro se unió a la guerrilla, y luego de varios años de estar en ese hostil medio desde la selva de cuando en vez le mandaba a decir que quería abandonar filas. A su vez, el menor que la acompañaba en la casa, falleció víctima de un accidente con un caballo.

La otra historia la supe hace poco. Un estudiante villavicense en clase nos contó que, haciendo fila para diligencias de su libreta militar compartió con dos jóvenes hermanos procedentes de un municipio del Bajo Ariari. Ambos venían a “regalarse” para el Ejército.

Le dijeron que la única motivación para hacerlo era la pobreza económica de su familia, que con sacrificio les consiguió la plata para hacer el viaje a Villavicencio. Estos dos jóvenes además no sabían escribir, así que le pidieron al estudiante que les ayudara a diligenciar los formularios.

Los dos ejemplos permiten deducir el origen social y los niveles de pobreza de quienes ponen y han puesto pecho, sangre y vida en la añeja confrontación violenta. Valdría la pena saber si sacrificio igual lo han hecho hijos y parientes de quienes hoy siguen asumiendo enfermas posiciones guerreristas.

Las copiosas estadísticas oficiales de caídos en combate no han mostrado su estrato social, dicho ítem igual debe de ser divulgado a la opinión pública y tomado como referente en el ejercicio conciliatorio que ahora se inicia.

Durante su discurso en la instalación de la Cumbre de las Américas de abril en Cartagena, la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, dijo:

“Como sostenemos en nuestro documento titulado La hora de la igualdad, creemos firmemente que hay brechas por cerrar y caminos por abrir, porque la desigualdad conspira contra el desarrollo y la seguridad. Nuestra región puede crecer más y mejor”.

A los colombianos que hemos anhelado un estado de paz nos corresponde pensar en positivo, es lo mínimo que podemos hacer ante el panorama que ahora se abre.

Debemos recordar a la fallecida actriz argentino/colombiana Fanny Mickey, cuando horas antes de la inauguración de una de las primeras ediciones del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, le hicieron explotar una bomba en el edifico de su teatro. Esa noche, parada entre las ruinas de la sala teatrera ella dijo que el certamen se realizaría como un “Acto de Fe en Colombia”.

Esperemos que vengan buenos resultados en el proceso que comienza entre el gobierno constitucional de nuestro país y la añeja insurgencia de las Farc.

Ojalá la paz nos llegue conforme otrora lo consiguieron bárbaras naciones, tal como lo cuenta la historia de la humanidad.

(*) Filósofo italiano citado por Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en su discurso de la Cumbre de las Américas de Cartagena.

Villavicencio, 5 de septiembre de 2012.

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