viernes, 28 de octubre de 2011

Agricultura orgánica en Lejanías

Agricultura orgánica en Lejanías
Por: Oscar Alfonso Pabón Monroy/ Comunicador Social comunitario

En cumplimiento de un proyecto cultural, a partir de septiembre de este año he tenido contacto semanal con algunos habitantes de sectores del municipio de Lejanías. Ello me ha dado la oportunidad de conocer gratas experiencias de orden agrícola que en el área rural de esa municipalidad suceden.

Es preciso informar que las cordilleranas tierras de aquella región por obra de Dios y de la naturaleza son de las más fértiles del departamento del Meta.

Un buen día el alcalde Henry Beltrán D. me puso en contacto con el lejaniense Técnico Agrícola José Manuel Galindez, quien quería compartir conmigo detalles de un ejercicio campesino de sustitución de cultivos de uso ilícito por café, proyecto apoyado financieramente por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo, USAID, con la Fundación Natura y la Iniciativa para la Conservación en la Amazonia Andina, IICA, y coordinado por él.

La experiencia exitosa acaecida en Lejanías la publicaron en el lujoso libro “Amazonia Andina: pueblos, conservación y desarrollo”, editado en el año 2011. Algunos apartes son los siguientes:
“Galíndez explica que cuando la Fundación Natura comenzó a trabajar en el Meta, bajo IICA hace dos años, aproximadamente la tercera parte de los agricultores cultivaban coca además de café, con un promedio de una a dos hectáreas del cultivo ilícito por finca. En abril de 2011, todos menos uno de los agricultores participando en el proyecto, habían sustituido su coca por el café”.

“Hemos hecho mucho énfasis en la importancia y los beneficios de la agricultura sostenible y la conservación del medio ambiente. Les dimos la idea de buscar un Sello Verde para ser reconocidos como productores con prácticas sostenibles y buscar mejores alternativas de comercialización, como también dar un paso en la conservación de los recursos naturales para el bienestar de sus familias y de su comunidad”.

El libro en referencia informa “Que de 2005 a 2010 Alirio Carrillo producía coca en las dos hectáreas donde ahora siembra café, pero debido a los problemas asociados al cultivo ilícito y los elevados precios del mercado del café, decidió seguir los consejos de José Manuel Galíndez, Técnico Agrícola de la Fundación Natura, y arrancó las plantas de coca para reemplazarlas con café”.

Me cuenta Manuel Galíndez que en el departamento del Meta, luego de los pocos años de iniciado el proyecto en total ya son 278 fincas certificadas con Sello Verde europeo por buenas prácticas agrícolas. De éstas 76 son jurisdicción de Lejanías, las demás de Cubarral, El Dorado, El Castillo y Mesetas.

En febrero anterior a dichas fincas cafeteras les fue expedida la licencia de Sello Verde 4C, por parte de la Association for e better coffe word, la cual tiene vencimiento el 1 de diciembre de 2013.

Significa ello un alto reconocimiento a quienes forman parte de este ejercicio rural, en el cual se funden factores económicos, sociales, culturales y ambientales, que en últimas le dan desarrollo integral al territorio metense.

En alta proporción el norteamericano proyecto de sustitución de cultivos de coca por café con prácticas amigables con el medio ambiente, se ejecuta en zona de influencia del Parque Nacional Natural Sumapaz, el páramo más grande del mundo compartido por los departamentos de Meta y Cundinamarca, el mismo en donde nacen entre otros nuestros ríos Ariari, Guape y Güejar.

Lejanías tendrá parque

¡Lejanías tendrá parque central!

Por: Oscar Alfonso Pabón Monroy/ Comunicador Social comunitario

Luego de algunas vistas fugaces al relativamente joven pueblo de Lejanías y de recaudar información local, en el mes de marzo de 1990 le escribí una reseña histórica en la desaparecida revista Trocha, fundada y dirigida por don Leonidas Castañeda.

En dicha nota contenida en la edición No. 170, páginas 18 y 19 dije: “éste es el único pueblo de los que conozco que no tiene conformado su parque principal, está el lote, pero qué bueno sería que los habitantes y las autoridades se unieran y entre todos trabajaran para hacer el parque con árboles y jardines, aprovechando el buen clima que tiene la ciudad de las piedras, como también llaman a Lejanías”.

Pasaron los años y en 2001, en la colección monográfica El Meta y sus municipios, publicada por el periódico Llano 7 días sobre la municipalidad de Lejanías expresé: “Es el único pueblo del Meta y quizá del país que no tiene parque central”.

Para entonces el gran lote dispuesto desde los tiempos del nacimiento del poblado había sido utilizado con la ubicación de casetas comerciales, las que colmaron su área topográfica.

De ese modo, todas las generaciones de lejanienses han vivido sin disponer de un espacio de encuentro o parque central tan común y necesario en cualquier poblado del mundo, tema por demás digno de una investigación de orden sociológica.

En la secuencia cronológica que a este particular tema le he llevado, me corresponde ahora contar que cuando la jurisdicción se apresta a celebrar en noviembre de 2011 los 30 años de la aprobación de la Ordenanza que elevó a Lejanías a la categoría de municipio, igual se enrumba a la construcción de la obra urbanística que le quitará el título de ser el único pueblo del departamento y quizá del país que no tiene parque central.

Es un compromiso y empeño de su alcalde, ingeniero Henry Beltrán Díaz, con el apoyo de la gobernación metense. A la fecha desde la administración local se cumple la última fase del proceso jurídico con las personas que tienen las casetas dentro del área históricamente asignada para el espacio de esparcimiento público.

De ahí que quizá a mediados de octubre comience la construcción del soñado céntrico parque del municipio de Lejanías bautizado ya como “Nueva Alenjadría”, nombre correspondiente al original del caserío fundado en la región del Alto Ariari.

La valla con el recuperado nombre y las especificaciones técnicas del parque desde hace un mes así lo cuenta en una de las esquinas del terreno.

Luzmila la Bióloga

Luzmila la bióloga
Por: Oscar Alfonso Pabón Monroy/Comunicador Social comunitario

Recién desempacada de la Universidad Nacional y estrenando su cartón de grado que la acreditaba como Bióloga, llegó a la Unillanos cuándo dicha institución era aun naciente dentro del colegio INEM Luis López de Mesa de Villavicencio.

Desde entonces y hasta los tiempos presentes a ella le ha correspondido ser Maestra de la gran mayoría de cohortes de Ingenieros Agrónomos que en sus 36 años de vida académica la Universidad de los Llanos ha entregado a la sociedad. También lo ha sido de otros programas académicos de esa Alma Mater.

Natal del Tolima pero por más de siete lustros arraigada al Meta, en silencio ha logrado ser una destacada profesional en el campo de la biología vegetal. Su trabajo científico trasciende el Océano Atlántico, puesto que en España participó en un proyecto relacionado con la Expedición Botánica de José Celestino Mutis.
No obstante lo anterior, y de manera paradójica ella es más conocida en los círculos nacionales que en su misma Unillanos del alma, institución en la que en 1987 fundó el Herbario con la financiación del Instituto Colombiano para la Educación Superior, ICFES. Tres años después obtuvo el reconocimiento institucional mediante el acuerdo 106 de 1990 expedido por el Consejo Superior de la universidad.
Dicho centro científico en 1997 recibió del Missouri Botánica Garden otro aporte financiero para adecuar sus instalaciones y adquirir bibliografía. Cuando en el año 2000 cumplió la ley y la normatividad del Ministerio de Medio Ambiente, la colección del herbario con el acrónimo “Llanos” fue registrada ante el Instituto Alexander Von Humboldt.
En la sede Barcelona de la Universidad de los Llanos existe ese banco que guarda algo más de 10.000 muestras de especies vegetales, todas propias de la región orinoquense. En alto porcentaje los ejemplares coleccionados están identificados por familia, género y especie.
Desde su nacimiento el herbario ha estado bajo la dirección de Luzmila Quiñones Méndez, personaje a quien desde este espacio de Tierra Mágica estoy rindiendo homenaje de gratitud por la entrega que como Bióloga le ha prodigado al estudio de la flora orinoquense.
A ella en el Congreso Nacional de Botánica celebrado recientemente en la Univalle, le fue conferida una distinción por sus aportes a esa ciencia, cuya carta de presentación es el Herbario antes citado.
Días después me contó cómo al tiempo que en Cali recibía ese reconocimiento de parte de sus colegas nacionales, en su institución por escrito le avisaban lacónicamente que era tiempo de pensionarse.
Me complace ser amigo de Luzmila desde sus primeros meses de vinculada a la Unillanos. Cuando la entidad cumplió 34 años de vida académica desde mi cargo de Coordinador Cultural organizamos un tributo al Herbario Llanos, centro especializado del que la población unillanista poco sabe que existe.

Luzmila Quiñones Méndez sí que se merece Centauros de Oro, Lanzas Llaneras y todas las otras condecoraciones que nuestros gobiernos entregan en medio de pompas a personajes con menores desempeños en bien del departamento que los que ella acredita.

Por supuesto que eso no trasnocha a esta disciplinada y sencilla científica, cuya obra sobre botánica regional nos da lustre a los llaneros.

De nuevo: ¡gracias Luzmila!

Apogeo y decadencia de una ruta

Apogeo y decadencia de una ruta*

Por: Óscar Alfonso Pabón Monroy /Comunicador Social comunitario, investigador de la historia y la cultura llanera

Cuando el gobierno del presidente Virgilio Barco inició su gobierno, el Comité de Evaluación y Análisis del Departamento Administrativo de Intendencias y Comisarías, Dainco, a cuyo cargo estuvo tanto el estudio de las problemáticas de dichos territorios, así como conceptuar fórmulas para la incorporación a la economía del resto del país, en su informe incluyó la recomendación de “volver a navegar los ríos limítrofes sobre los cuales para que en ocasiones algunos de nuestros vecinos desconocen nuestros derechos y hay que volver a navegar los ríos que nos son comunes en la forma estipulada en tratados internacionales existentes”.

Con base en ese documento, a continuación se esbozan momentos históricos de la navegación llanera a través de los ríos Meta y Orinoco (con sus afluentes), importante vía natural para salir al Océano Atlántico.

Antes que europeo alguno tocara aguas y tierras de la región, sus comunidades indígenas en curiaras navegaron la copiosa red hídrica, estableciendo entre sí comercio a partir del trueque.

La frenética búsqueda del Dorado hizo que el río Orinoco fuera navegado en 1531, entre el golfo de Paria hasta las cercanías del actual Puerto Ayacucho en Venezuela, por las huestes de Diego de Ordaz. Luego Alonso de Herrera, uno de los integrantes de la primera expedición, lo remontó y en 1535 ingresó durante un mes por las corrientes del Meta del que se decía tenía mucho oro en sus cabeceras.

Producto de un enfrentamiento de los europeos con hostilizados aborígenes del territorio, Herrera resultó herido de muerte con una flecha envenenada con curare. Las tierras costeras del Meta fueron tumba de su “descubridor”.

Décadas después, Alonso de Berrío (pariente político de Gonzalo Jiménez de Quezada) resultó ser el primer blanco en descender al río Meta por su afluente el Casanare. En viaje posterior recorrió la ruta fluvial Casanare-Meta-Orinoco-Océano Atlántico llegando a la isla de Trinidad.

Los misioneros evangelizadores que a la región ingresaron hacia 1630, se sirvieron de de las redes hidrográficas de la dilatada región llanera para llegar a los núcleos indígenas y cumplir su tarea catequizadora.

Con el correr de los coloniales años se desarrolla el tránsito acuático en toda la Orinoquia, permitiendo intercambios comerciales en escala menor, debido a la poca capacidad brindada por bongos, bergantines y curiaras.


El apogeo:
El flujo comercial se oficializó hacia 1771, año en que mediante una Cédula Real se autorizó intensificar el comercio por los ríos Apure, Arauca y Meta y en 1778 la Corte de Madrid abrió los puertos de Venezuela y España para comerciar recíprocamente, buscando frenar la competencia desleal que Holanda le hacía con sus mercancías.

Fueron los finales meses de 1818 testigos del nacimiento de la navegación a vapor por el río Orinoco, cuando un buque logra ingresar por el golfo de Paria.

El Estado en un intento por desarrollar la producción nacional, en 1821 libera los aranceles de importación para bienes y equipos, como: semillas y maquinaria agrícola, de explotación minera, de explotación textil, de explotación naviera, etc.

Luego se da el primer paso en procura de legalizar la navegación a vapor por el río Meta y sus tributarios. El 5 de agosto de 1823 el Congreso de Colombia, mediante decreto firmado por el general Santander obrando como Vicepresidente de la República y encargado del poder ejecutivo, concede a James Hamilton (súbdito inglés y servidor de la Independencia con dotaciones para la guerra traídas desde su país e ingresadas a la Nueva Granda por el Orinoco), el privilegio para explotar dicho afluente desde Santo Tomás de Angostura. Por incumplimiento del europeo el contrato se canceló.

De nuevo el poder ejecutivo colombiano en 1856 reglamentó el flujo comercial con la Nueva Granda, creando un resguardo en el puerto de El Amparo sobre el río Arauca. Por este mismo año los capitanes Martín Höler y Edwards G. Steed recorrieron en el vapor Meta el río del mismo nombre, llegando 33 millas arriba de Orocué, es decir hasta las bocas de Cravo Sur, en donde naufragaron.

Un año después el capitán Treviranus en el vapor Barinas repitió esa correría, llegando a Cabuyaro, puerto distante 84 millas de Orocué. Dejó allí su nave y fue a Bogotá a solicitarle al Congreso el privilegio para navegar aquel río con vapores, petición que por Ley le fue concedida pero que fue objetada por el presidente Mariano Ospina R.

En 1861 el gobernante nacional Tomás Cipriano de Mosquera decretó la libre navegación a vapor por el Meta y sus afluentes, para barcos nacionales y extranjeros. Tras ésto surgen propuestas para la explotación de dichas rutas, como las de Juan Díaz E. y Sergio Convers y Cía.

Al cabo de unos años mediante licitación internacional al francés José Bonnet le fue adjudicada la explotación comercial, por 20 años, de la vía río Meta hasta el Orinoco. El 10 de octubre de 1893 el barco El Libertador con mercancías libres de impuestos, partió de Ciudad Bolívar (Venezuela).

El viaje se cumplió en 7 días y 4 horas hasta Orocué, subiendo hasta Puerto Barrigón sobre el Humea, punto distante 70 kilómetros de Cabuyaro. Regresó con pasajeros, café. Cacao, pieles y caucho, recorrido que duró 5 días entre Orocué y Ciudad Bolívar.

En los finales del siglo XIX y hasta las primeras décadas del nuevo, el puerto casanareño de Orocué alcanzó significativo florecimiento comercial y social. Su estratégica ubicación lo hizo atractivo para ciudadanos de Venezuela y Alemania, al punto que allí hubo una delegación diplomática del país europeo.

Los alemanes cumplieron ejercicios comerciales desde puertos de su país con destino en el de Orocué y viceversa, intercambios en los que se manejaron la moneda de allá y las morrocotas de oro nuestras. A su vez, la cotidiana vida social colombiana del poblado recibió la influencia de rasgos culturales alemanes y venezolanos.

Por efectos de la referida actividad comercial de aquellos dorados días, ganaron importancia los metenses puertos de Cabuyaro y Puerto Barrigón, puntos de acopio para la distribución de mercancías importadas y de la producción agropecuaria nuestra. Así, por vías terrestres los bienes extranjeros desde Cabuyaro se enviaban para Cundinamarca por la región de Medina y desde Puerto Barrigón para Villavicencio, pueblo en el cual funcionó una tienda importadora exportadora de la firma Bonnet.

En los itinerarios de la Comisión Corográfica realizada por Agustín Codazzi a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, está el del recorrido fluvial entre Cabuyaro hasta el Orinoco, tramo de 152 leguas equivalentes a 760 kilómetros que se cubría entre 15 y 24 días en verano, y entre 12 y 18 días en invierno.
En la época de sequía al Meta lo navegaban barcos a vapor con calado de 11/2 metros, y
en tiempo de lluvias naves de porte mayor, con un peso promedio de 200 toneladas.

Ejemplo del éxito alcanzado por la navegación de esta ruta es el encuentro, en 1894, de los vapores Guanare, venezolano y Libertador, colombiano, motivo que despertó regocijo en el punto de San Rafael, sede de una oficina de la Aduana nacional.

Con interregnos en las primeras décadas del siglo XX la navegación comercial se cumplió, produciendo mejoramiento a la sociedad llanera.

Momentos para destacar fueron: el establecimiento, hacia 1957, de una Base de la Marina (Navenal) en Orocué; la reactivación del comercio a la altura de Puerto López, por causa del desastre invernal a la red de carreteras en 1986. Del mismo modo, la llegada a Puerto López a través de las aguas del Atlántico y ríos Orinoco y Meta de las partes para la termoeléctrica de Ocoa, pesada carga embarcada en USA.

La decadencia:
El declive de este emporio comercial tuvo motivos de diversa índole, algunos de los cuales se citan a continuación.

 En tiempos del virreinato se empezaron a gestar inquinas de comerciantes ribereños del Magdalena contra sus colegas de la ruta Meta-Orinoco, diciendo que su comercio era ilícito. El poder político de esa región jalonó caminos y líneas ferroviarias que conectaron a sus puertos, produciendo acelerado desarrollo económico. Ésta atención jamás la tuvo la región llanera.
 Asuntos de orden político internacional con Venezuela, acaecidos en la guerra de los Mil Días (1899-1902), hicieron que ese país prohibiera la libre navegación por el Orinoco.
 El naufragio de algunos importantes vapores
 La sedimentación acelerada del cauce, por culpa de la deforestación de las cuencas de los afluentes

Bibliografía consultada:
 El Orinoco río de Libertad: Gómez P. Rafael, Banco de la República, Bogotá, 1978
 Una excursión al Territorio de San Martín: Restrepo E. Emiliano, editorial ABC, Bogotá, 1957
 Lo que nos contó el abuelito: Imprenta San José, Villavicencio, 1942
 Gaceta de Colombia, 4 tomos, Banco de la Repúlica, Bogotá, 1963
 El Dorado: Rothlisberger Ernest, Banco de la República, 1963
 El liquilique: Ruiz Ch. Jairo: revista Trocha No. 105, Villavicencio, 1984
 El Espectador, Bogotá, julio 20 de 1986
 Colombia 1822: Archivo de Economía Nacional, 2 tomos, Banco de la República, Bogotá, 1974
 Nueva Geografía de Colombia: Vergara y Velasco 1901, 3 tomos, Banco de la República, Bogotá, 1974
 Arreglo de límites entre la República de Colombia y la República de los Estados Unidos de Venezuela: Ministerio de Relaciones Exteriores, Bogotá, 1979
 Geografía Física y Política de la Confederación Granadina: volumen III, tomo I, obra dirigida por el General Agustín Codazzi. Editora Géminis, Bogotá 2000

(*) Texto recobrado, editado y actualizado